lunes, 16 de junio de 2008

Algunas consideraciones acerca del surgimiento del Tango

Es generalmente aceptado que el Tango nace en Buenos Aires a finales del siglo XIX, aunque algunos expertos prefieren decir -a modo de conciliar con nuestros vecinos uruguayos - que nació a las orillas del Río de la Plata. Pero resulta imposible hablar del fenómeno del Tango sin tener en cuenta el contexto social de la época. Argentina pasó de tener dos millones de habitantes en 1870, a cuatro millones en 1895. La mitad de esa población se concentraba en Buenos Aires donde el porcentaje de extranjeros llegó a ser del 50 % y donde también acudían los paisanos procedentes del interior del país. De este modo, con la formación de conglomerados habitacionales alrededor de la ciudad de Buenos Aires, fue que se produjo el surgimiento del tango. Los habitantes de esas aglomeraciones -generalmente a orillas del Rio de la Plata, lugar donde desembarcaban- formaron una nueva clase social para la época, la clase trabajadora.
Si bien básicamente se reconoce al tango como una danza y una música cantable, este además contiene costumbres determinadas así como un lenguaje particular -el lunfardo- lo cual no puede ser olvidado. De hecho, es popularmente aceptado que el lunfardo se originó como un léxico común para evitar las dificultades comunicacionales que surgían de la existencia de los distintos dialectos hablados por los inmigrantes. Pero el aporte de estos, se dio en todos los aspectos del tango, la melodía, los temas a tratar del tango canción y la danza. Pero al ser rechazada y censurada esta nueva clase social (en parte por la ideología socialista que traían de Europa), también lo fue el Tango, producto de un gran conjunto de culturas sin valor para la época.
Con respecto al surgimiento del tango, J. Alberto Mariñas opina que: “Inicialmente, el tango debió ser un modo de interpretar melodías ya existentes, modo sobre el que fueron creándose otras nuevas que en un inicio ni siquiera contaban con una transcripción musical, ya que a menudo sus intérpretes y creadores no sabían escribir o leer música”. Y luego agrega, haciendo referencia a la viveza criolla: “… con el correr de los años, algunos de los primeros tangos ya transcritos no van firmados por sus autores sino por avispados personajes que sí sabían escribir música y aprovecharon el vacío existente sobre la autoría de determinados tangos celebrados popularmente, para ponerlos a su nombre y ganar con ello unos pesos”. No obstante, muchos estudiosos del tema, coinciden en que la década de 1880 fue el inicio de una determinada manera de bailar la música. En este punto resulta esencial considerar que aquella sociedad en la que nace el tango, escuchaba y bailaba habaneras, polkas, mazurcas, valses -inmigrantes de origen Europeo- y también se veían influenciados por el ritmo del candombe –por parte de la población mestiza-.
En cuanto al baile del tango, podemos decir que existe una estrecha relación entre este y el tango canción. En los primeros tiempos del tango canción, las letras que acompañan la música eran de un marcado carácter sexual, cuyos títulos resultaban muy explícitos -por ejemplo "Dos sin sacarla", "Qué polvo con tanto viento", etc.-. Al mismo tiempo, dice Mariñas: “el tango se comenzaba a bailar en tugurios y lupanares y se asocia así desde su inicio al ambiente prostibulario, ya que eran sólo prostitutas y "camareras" las únicas mujeres presentes en las academias o perigundines” y luego agrega: “Puesto que se trataba de féminas dedicadas en alma y sobre todo, en cuerpo a sus accidentales acompañantes, el tango se comenzó a bailar de un modo muy "corporal", provocador, cercano, explícito… de un modo socialmente poco aceptable como se vería cuando, siendo ya un fenómeno emergente, el tango comenzó a salir del arrabal de su ciudad de origen y empezó a expandirse”. En definitiva, podemos decir que teniendo en cuenta lo anterior, resulta evidente que la censura del tango en cuanto al aspecto musical y del baile, tiene en parte su origen en la explicita sexualidad que se contraponía con las costumbres da la sociedad argentina que se autodenominaba “civilizada”.
Musicalmente, el Tango entronca en su genealogía la habanera hispano-cubana, sin que esta sea la progenitora del mismo –sino un elemento más de la constitución de este, como fenómeno multicultural- ya que tienen distintas estructuras musicales. Las habaneras comienzan a difundirse en 1849, pero los primeros tangos son tangos andaluces. En cuanto al candombe, puede decirse que es imposible que el tango derive del mismo, ya que en el candombe lo principal es el ritmo y no la melodía. Teniendo en cuenta esto, se distinguen dos corrientes principales, según Roberto Selles: la primera, una parecida al tango andaluz y la segunda, la milonga presente en Buenos Aires como género musical. Según el mismo autor, ambas corrientes terminan fusionándose.
De hecho, es común la referencia al tango como “milonga” y la misma denominación para los salones de baile donde predomina el tango. En su texto, Selles explica que el más antiguo antecedente de la milonga aparece en el siglo XII en España, en “El romance de Gerineldo”, en su versión de Arcos de la Frontera, con el compás alterno entre 6x8 y 3x4. Y ya en el siglo XVIII, se convierte en la Tonadilla Escénica y al trasladarse a Cuba, se hace muy popular y adquiere características locales hasta tomar definitivamente el nombre de Guajira. Cuando la Guajira llega a Andalucía, toma el nombre de Guajira Flamenca y es éste el ritmo antecedente de la Milonga. Finalmente, es en 1830 cuando la Guajira llega a Bs. As. Selles comenta que cuando Urquiza derrota a Rosas en la Batalla de Caseros (en 1852) los brasileros que formaban parte ejercito Grande, entonaban guajiras y decían que cantaban milonga (vocablo del idioma quimbunda que quiere decir “palabras” o “palabrerío”). Allí, se utilizaban varias letras para la misma melodía y fue al llevarla al pentagrama que los pianistas le aplicaron el ritmo del tango reproducido por Sebastián Piana, el actual de la milonga orquestal.
A fines del siglo XIX, una orquesta de tango tipo no tenía más de 3 ó 4 integrantes, por lo que se las denominaba tríos o cuartetos. Las actuaciones eran generalmente improvisadas, motivo por el cual siempre se utilizaban instrumentos portables y populares (de bajo costo) los cuales generalmente eran la flauta y guitarra o incluso, en ausencia de ésta última. Luego, en 1900 (aproximadamente) fue incorporado el característico bandoneón que fue sustituyendo poco a poco a la flauta. Otro dato interesante, es que consideran que el primer tango fue “Tomá mate che” de 1857 mientras que otros consideran que fue en 1896 cuando se registró y estrenó el primer tango propiamente dicho, “El entrerriano” de Rosendo Mendizábal. De todos modos, por la fecha de creación misma del mítico instrumento alemán resulta evidente que fue incorporado al tango.
El tango en general ha sufrido diferentes cambios a través de los años en los que se ha ido desarrollando. Un claro ejemplo es el cambio del ritmo que muto del vivaz 2x4 al moderado 4x8 a partir de la década de 1910. Aparentemente, ambos ritmos se mezclan hasta que el viejo ritmo (2x4) se va perdiendo (luego, sólo aparece al componer al estilo de la Guardia Vieja). Selles, por ejemplo, opina que esta transformación del ritmo puede deberse a la incorporación del bandoneón en las orquestas; otra teoría, plantea que el cambio de ritmo se dio para acompañar a los bailarines que bailaban el “tango liso” o caminado.
Cuando empezó a realizarse un análisis profundo del tango, la primera generación de músicos de orquesta, fue bautizada como la Guardia Vieja. Algunos de sus exponentes más importantes son: Francisco Canaro, Roberto Firpo, Genaro Sposito, Juan Maglio y Ángel Villoldo. Con el arribo del tango a Paris y su consecuente aceptación por parte de la “sociedad civilizada”, se genero una mayor actividad en cuanto a la producción y reproducción del tango, lo que permitió que las orquestas crecieran hasta 6 ó 7 músicos y la incorporación de instrumentos como el violín, piano y contrabajo. Este crecimiento permitió una segunda generación de talentos (que ya contaba con formación académica y profesional) denominada como la Nueva Guardia, que contaba entre otros con Osvaldo Fresedo, Juan Carlos Cobián, Julio De Caro y Enrique Delfino.

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